viernes, febrero 18, 2011

El Humanismo Universitario de Hector Villarraga, Germán rubio, Amparo quintero...

ORDENES DE PRESTACIÓN DE SERVICIO, ENTIÉNDASE POR FAVOR PRECARIZACIÓN LABORAL Y NUEVAS EXTORSIONES DE RITMOS Y TIEMPOS.



La gubernamentalidad - la conducción de los hombres- en el marco del neoliberalismo se ha potenciado exponencialmente hasta llenar todos los espacios de vida social, instaurando unos niveles de subordinación que sólo pueden comprenderse en el ámbito de la subsunción real de la vida al capital, en el que se explotan nuevas fuerzas del cuerpo, que antes estaban confinadas al ámbito de lo personal, “Actualmente la totalidad de la persona es subsumida al capital, ya no alcanza con producir o vender un objeto, es necesario que cada individuo sepa venderse a sí mismo” (Soria, 2010: 10). Que en términos de ese maldito Zizek, se resumen en la frase “tu puedes” (Zizek, 2000), toma la elección correcta, adáptate a los nuevos tiempos, acepta el contrato amigo.



Esta estrategia diseñada por los dispositivos de biopoder -disciplinamiento y control- mundial, se instaura en Colombia a finales del siglo XX a través de los llamados procesos de flexibilidad laboral, que entrega una libertad cooptada al trabajador –con pérdida de sus prestaciones sociales- en aras a que el capital asuma nuevos mecanismos de reproducción. Los cuales involucran las clásicas extorsiones del trabajo instauradas otrora en el llamado tiempo laboral, entremezcladas ahora, con aspectos de la fuerza de la vida como la afectividad, la gestión, la creatividad, la innovación… donde el trabajador “dispone libre de su tiempo” para entregar los productos medibles y tangibles –disciplinamiento-, que ya incorporan procesos de autogestión empresarial –control-, donde se deben conseguir recursos y/o convenios que garanticen su continuidad como capital humano, en las universidades entiéndase como “proyección social”. En otras palabras, la reorganización del capital ha diseñado una fórmula que integra el trabajo material e inmaterial en la reproducción metabólica del capital, que puede ser sintetizada de la siguiente manera: Trabaja por y para ti mismo, cuando realmente estás trabajando para la reproducción capitalista, porque ya no hay diferencia entre trabajo y vida, en un mundo que demanda la totalidad de las fuerzas de trabajo. ¿Dónde están los anticapitalistas?

Asistimos entonces a un poder sobre la vida (Foucault, 1983: 167) que regula, normaliza y administra la producción y protección de la vida, generando una dimensión fágica, que hace indivisible los límites entre el trabajo y los procesos vitales de la vida, de ahí que la nueva organización del mundo laboral se inscriba en una flexibilidad que disminuye por igual los tiempos rígidos laborales -ya no son los únicos procedimientos para la generación de plusvalía- y por consiguiente las seguridades laborales y prestacionales, que actuaban como intereses compensatorios en el sistema de bienestar y que a criterio de los neoliberales deben ser suspendidas, porque impiden los marcos competitivos e inhiben la creatividad y la gestión. De esta forma, conjuntamente a la tecnología del poder de las sociedades disciplinarias representadas en la figura del panóptico que inspiró el fordismo, se ha configurado una tecnología biopolítica -un poder en la vida- de las sociedades del control representada en la figura del collarín (Deleuze, 1990: 294) que inspira los sistemas organizacionales a puertas abiertas. Por lo tanto, nos encontramos con una mixtura y convivencia de tecnologías aplicadas; por la propia dinámica del capital coexisten un conjunto heterogéneo de espacios laborales, donde incluso la esclavitud y la explotación más tradicional no cesan de aparecer... (Soria, 2010: 14) como es el caso de los contratos de prestación de servicios, que son una especie de neo-esclavitud, que aun no sabemos responder. ¡Y pensar que decíamos, que lo peor era ser supernumerarios!



Estas tecnologías de poder como las denominó Michel Foucault, están en consonancia con la producción de subjetividades, que corresponden a sujeciones que homogenizan, unifican y moldean lo que llamamos: el individuo. El cual responde al unísono a un régimen de verdad, a unas relaciones de saber/poder, que a través de una serie de dispositivos controlan el sello que define la meta-estructura del pensamiento moderno, generando de esta forma, un pensamiento cero en el individuo, que delinea satisfactoriamente la docilidad. En el terreno de lo filosófico-político, se debe entender como un pensamiento- estatal, que en el ámbito del ordoliberalismo es estructurado desde y para la mercantilización de la vida, donde el individuo de carne y hueso: el trabajador, queda atrapado en una red donde vida y poder se tornan indivisibles, exigiendo y absorbiendo las múltiples fuerzas de su cuerpo, enredado en una Vitalpolitik, que toma bajo su cargo la situación vital de conjunto del trabajador, su situación real, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana (Foucault, 2009:62). ¡No quieren simplemente unas horas de nuestras vidas, quieren la vida misma!



De esta forma, los trabajadores debemos entregar “libremente” a las instituciones-empresas llámese multinacionales, fabricas, hospitales, universidades…habilidades, destrezas, conocimientos, afectos, sonrisas, estilos, creatividad, gestión, sumisión, ritmos y tiempos destinos a la reproducción de la vida, al poder de protección y conservación negativa de la vida. Estas nuevas exigencias del capital están presentes en los desplazamientos organizacionales de las modalidades laborales, que van desde el contrato a término fijo, pasado por el supernumerario y ahora al contrato de prestación de servicios, donde se puede leer claramente en sus funciones estas nuevas exigencias, de lo que se “trata de hacer es del mercado, de la competencia y de la empresa, el poder informante de la sociedad” (Foucault, 2009: 162).



En este sentido, la función del contrato de prestación de servicios es sujetar al trabajador a las simples funciones mercantiles –capital- trabajo-, que le exigen todas sus fuerzas de vida –un sujeto activo-, que debe autoregularse, gestionar y venderse como un policía de sí mismo, una especie de sujeto “autónomo” que al ser “dueño” de su “capital humano” se empieza a comportar eficazmente como empresario de sí mismo y por lo tanto se hace responsable de su bienestar –paga sus seguridad social-, controla su tiempo –entrega de productos- y es protagonistas de sus elecciones –trabaja gestionándose su trabajo-, eso sin narrar las consecuencias que este tipo de contratos trae en la personalidad, como lo escribió Richard Sennett en la “corrosión del carácter”.



Entonces, aceptar un contrato de prestación de servicio es responder dócilmente a las nuevas exigencias de la subsunción de la vida al capital, al poder de la vida y su infinita reproducción y renunciar a cualquier proceso de subjetividad que resista al biopopoder.



¡A eso me invitáis! A que me excluyan incluyéndome, prefiero la exclusión y las luchas de una biopolítica menor.

BORIS EDGARDO MORENO RINCÓN.





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