viernes, abril 13, 2012

VAGINAS, FALOS, CULOS, ESPALDAS, TETAS… EN BUSCA DE OTRA POLÍTICA.

Al olor embriagante de su piel,
que sin sentido se niega abandonar mi cuerpo.




El placer es el lenguaje total del cuerpo, la casa donde reposa la creatividad de la vida. Lenguaje mudo que no deja de hablar, de vociferar, de gritar contra el doble corsé al que se ven seducidas y/o sujetadas las libertades sexuales en las sociedades contemporáneas. Libertades que no hacen otra cosa que reclamar derechos y políticas de vida, olvidando de lleno la capacidad creativa que alberga la sexualidad como componente de libertad y poíesis de nuestro comportamiento, de nuestros placeres y deseos. En otras palabras, la sexualidad entendida como la forma en la que construimos nuestros placeres reclama para el hoy y el aquí, nuevas formas orgásmicas de vida, de relacionarnos, de seducirnos, de tocarnos, de follarnos, de embriagarnos y drogarnos; en fin, de erotizar el cuerpo y por ende otras formas de excitación política, nuevos escenarios para exponer los cuerpos en conjunto. Política que no debe actuar sobre el placer, sino que desprendiéndose de él, sea capaz de condensar al otro, la otra, los otros, es decir, a ese nosotros que se nos mani-fiesta como orgiástico del ser en común, en comunidad. ¡El eterno retorno al hedonismo!
Las prohibiciones, disciplinas, seguridades sociales y demás tratados hipócritas, no han hecho más que diseñar las más inusuales prácticas que actúan sobre el cuerpo y los cuerpos, para desde ahí controlar los comportamientos y conductas de cada uno de ellos y de esta forma adscribirlos a las relaciones productivas y sociales; entendidas estas como relaciones de explotación corporal en un tiempo y lugar determinado, enmascaradas y edulcoradas como leyes sociales –el trabajo moderno-. Leyes que parafraseando al Marqués de Sade no son más que generalidades que actúan en contra de lo particular, de la construcción del deseo. La familia, el estado, la escuela, la empresa entre otras formas pueriles de ejercer el poder, no son más que pseudo-universales, que actúan como policías de los cuerpos, esterilizando sus luchas y creaciones. ¡Pórtate bien! De ahí que, sea necesario, una sexualidad que allende de las leyes y los derechos sea capaz de asumir el placer como la savia donde se debe acariciar, beber o fumar los jugos celestiales de la vida. Vida que reclama para vivir, más y más edulcorantes, como por ejemplo látigos, esposas, consoladores, hierbas, hojas, polvos…
Nos enfrentamos hoy a un tiempo que no se satisface con el reconocimiento de las opciones sexuales o la posibilidad de no asumir ninguna opción, vivimos un instante que empieza a buscar otra forma de actuar, pensar y sentir la sexualidad, desgarrando a profundidad la identidad y las sujeciones del sujeto, por ello, cada vez más, las nuevas subjetividades se culean las férreas murallas de la política policía que asume su ejercicio como relaciones de poder. Poder entendido como la capacidad de influir en libertad sobre las conductas de los otros, en palabras de Foucault como gubernamentalidad, es decir del gobierno a través del saber de los las cosas, sobre los hombres y consigo mismos.
Saber, política y moral es la tríada que compone el poder contemporáneo, triangulo equilátero que al delinear los lados de las paredes del acontecer del mundo de la vida, obtienen la capacidad de seducción necesaria para mantener infinitamente a los seres modernos o post-modernos en la matrix de los deseos compensatorios, es decir, tirando con condón, chupando teta con sostén. En este sentido, la tarea que deben asumir los libertinos, lujuriosos, ebrios y drogadictos en conjunto con las nuevas subjetividades como el feminismo, la jóvenes, las comunidades gay… es desvirgar sin contemplación alguna el molde de la gubernamentalidad, para hacer estallar esa política que ha asumido la vida para sí –biopolítica-. En definitiva, lo que hay que liberar es la vida, que no es otra cosa que liberar el placer y de esta forma poder eyacular otra política.
El conflicto político contemporáneo acontece entonces por fuera de las esferas del thymos hegeliano, allende del consumo de las libertades sexuales y en contra de la biopolítica que actúa en y sobre la vida de las poblaciones. Por ende, la transformación de la conflictividad política, debe conjugar y conjurar de nuevo la fiesta orgiástica dionisiaca para repensar nuevas posiciones, nuevas formas de amistad, para abrir el camino del advenimiento de la comunidad. Para ello, es indispensable colocar los placeres corporales como componente esencial del buen vivir y desde ahí iluminar de nuevo la política.
Si el sadomasoquismo y las drogas desexualizaron el placer, erotizando otras partes del cuerpo, necesitamos entonces otras prácticas políticas que seducidas ya no por la vida y sus derechos, sino por el vivir y sus prácticas hedonistas, condensen las nuevas formas de manifestación del ser. En otras palabras, se debe destruir la biopolítica, la política de la vida, para asumir un vivir que invente una política que simultáneamente con el respeto la vida, involucre los juegos y jugos del vivir en el placer, y el placer de tener la lengua en el vivir. Un pensamiento que al nacer del cuerpo y sus manifestaciones en la vida práctica defina una ética aunada a la política, una ética que indefectiblemente debe partir de la individualidad del nos-otros. Del placer de estar juntos, Una política que sobrepase el uno y el dos para comprender el tres, el cuatro…

BORIS EDGARDO MORENO RINCÓN.
IN-DOCENTE UNIVERSITARIO.

No hay comentarios.: